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No podemos callar lo que hemos visto y oído

Mensaje del licenciado Juan Manuel del Valle Ricci, Representante Legal a todo el personal del Colegio.

”Permítanme, brevemente, compartirles algunas palabras en esta noche en la que celebramos juntos el mes de la educación.

Ante todo, quiero agradecerles, de hecho, esta cena en la que como colegio los agasajamos, no es más ni menos que una muestra de agradecimiento a cada uno de ustedes por la inmensa tarea que día a día llevan adelante en nuestro colegio, en su colegio. Es también una muestra de comunión, entre todos los que conformamos la comunidad educativa eclesial.

No puedo dejar de mencionar esta noche dos acontecimientos que como institución nos marcan durante este año: la partida de nuestro Padre Fundador y los 60 años de vida de la obra de Fasta.

Permítanme entonces poder relacionar, de alguna manera, estos tres hechos: la muerte de nuestro Fundador, los 60 años de Fasta y la celebración del mes de la educación.
Felizmente puedo sintetizar, no por mérito propio sino por providencia, la unión de estos tres acontecimientos en la consigna que el P. César Garcés (Presidente de Fasta) ha elegido para este jubileo de los 60 años: “Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído”.

Es lo que el P. Fosbery ha realizado durante sus 88 años de vida, es lo que Fasta como movimiento de la Iglesia y nosotros como educadores católicos, debemos realizar.
Esta consigna comienza con un nosotros. Es decir que nos incluye a todos. En ese nosotros estamos representados cada uno de los que, de un modo u otro, pertenecemos a la obra de Fasta. Al decir del P. César “nos remite a un profundo sentido de comunidad”. Al mismo tiempo, de alguna manera, nos incluye en la misma misión y tarea.

Prosigue con “no podemos callar”. La predicación como nota distintiva del carisma de Fasta, y también como particularidad de la vocación docente. No somos meros transmisores de contenidos, debemos ser más bien y, sobre todo, predicadores, ¿de qué? de la Verdad, pero de la única verdad que es Cristo.

Para ello debemos transformar nuestra tarea educativa en una pastoral de la inteligencia. Pero no sólo en el plano intelectual.

Nuestro Fundador nos da una pista “Se puede correr el riesgo de poner énfasis en la necesidad de verdad que el hombre tiene y olvidarse que el hombre también tiene necesidad de bien. Se puede caer en el error de esquematizar demasiado, y de entender esta pastoral de la inteligencia como una pastoral intelectual, una pastoral de cátedra y de pura docencia, una pastoral de cientificismo y de intelectualismo”. De esta manera estaríamos desvirtuando la verdadera misión del colegio católico. Tengo que transmitir no simple y únicamente un cuerpo de doctrina, ni un conjunto de principios y de convicciones; debo transmitir una vida. ¡Porque el cristianismo es vida! El Colegio ha de entender que la pastoral de la inteligencia se integra con un modo de salvación total de la vida. ¡El colegio como instrumento de salvación! Nadie, ni alumnos, ni profesores, debieran pasar por un colegio católico, sin sentirse más comprometidos con su bautismo, sin sentirse más comprometidos con su vida cristiana.”

La consigna de nuestro jubileo termina diciendo “lo que hemos visto y oido” ¿Y qué es lo que “Hemos Visto y Oído”? Lo revelado en el Evangelio. Lo que Dios ha hecho en mi historia personal, en los que quiero, en nuestra comunidad. La Buena Nueva de Dios.
Este enorme desafío de no callar lo que hemos visto y oído, debemos hacerlo de un modo particular (y fíjense que la estrategia está presente en los orígenes de Fasta, en su estatuto) “Con sus tareas apostólicas, Fasta quiere hacerse salvadora y promotora del hombre de hoy. Por eso, frente al descubrimiento de las necesidades humanas, a ejemplo de la vieja historia del samaritano, los miembros de Fasta deben detenerse a considerar más el aspecto dichoso del hombre que el desdichado; más que una condenación, volcar hacia el hombre una corriente de afecto y admiración. Esta actitud de inmensa simpatía hacia el hombre y la sociedad que lo rodea, no significa desconocer y, aún más, no reprobar sus errores, como exigencia propia de la caridad que inspira toda acción evangelizadora. Se trata, sin embargo, de que, para las personas como tales, haya respeto, invitación y amor.”

Quisiera terminar con palabras de nuestro fundador, que sintetizan todo lo anteriormente dicho y de alguna manera es el desafío de nuestro colegio “¡Estamos en una misión apostólica: tenemos que armar comunidades! Y hasta tanto no formemos una comunidad, Él no va a estar presente, Él no va a construir”. “Si el Señor no edifica la casa, en vano se preocupan los que quieren edificarla” dice el salmista.  Es inútil, no construimos la Iglesia. Construimos un establecimiento del Ministerio de Educación, pero no construimos la Iglesia. Para que el Espíritu Santo esté con nosotros necesita una comunidad eclesial, no simplemente una comunidad escolar. Una comunidad educativa cristiana. El espíritu de un colegio se vive comunitariamente. Sólo de esta manera el colegio será un instrumento y un signo de salvación.” ¡Qué hermosa misión!, que podamos decir cada día: He cumplido la misión Señor, he anunciado Tu nombre, porque he enseñado una verdad que viene de lo alto. El magisterio es un modo de amor; termina el amor, pide licencia. A no cansarse, a no aburrirse, este es el espacio para el buen combate. Lo que vale de un colegio es lo que queda después de haberse olvidado todo. Ustedes son responsables de que, en el niño, en el joven que tienen algo quede, para que cuando se olvide de todo, se acuerde del colegio. Concluyo renovando el agradecimiento a todos y cada uno de ustedes que hacen posible todo esto en nuestra escuela, al personal auxiliar, de mantenimiento, maestranza, administrativo, bibliotecarios, recepcionistas, preceptores, tutores, docentes y directivos.

¡Muchas gracias!

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